Existen argumentos sólidos que justifican la inversión en deuda de mercados emergentes, pero se trata de una clase de activo que los inversores suelen pasar por alto, que se ha percibido tradicionalmente como una oportunidad de inversión táctica. Sin embargo, ante el favorable contexto macroeconómico, el crecimiento y la transformación del universo de inversión y las ventajas de diversificación que ofrece, la deuda emergente ha pasado a ocupar un lugar central en las carteras de muchos inversores.
Los países de mercados emergentes representan ya más de la mitad del PIB mundial. La deuda emergente ha evolucionado de manera significativa en los últimos veinte años, gracias al notable crecimiento que hemos observado en la variedad de países y en el número de emisores. El nivel de emisión ha aumentado, lo que ha mejorado los niveles de liquidez, y las curvas de tipos han evolucionado, lo que ha permitido a los gestores activos generar valor mediante el posicionamiento en títulos con diferentes vencimientos. El proceso de madurez que han experimentado los mercados emergentes ha favorecido que muchos países comenzaran a emitir deuda denominada en su propia divisa nacional en lugar de hacerlo en dólares estadounidenses. Ello ha creado una valiosa subclase de activos valorada en casi 4 billones de dólares1.